Lástima me da que los mostradores de las tiendas sostengan hojas muertas y mal formadas sobre ellos. Lástima de tinta derramada que se agota en el silencio. Lástima siento cuando sostengo en mi mano un puñado de letras encadenadas y subjetivizadas que se desarman, se desmontan, en mis propias narices y no sé cómo detener este desbarajuste antes de que se precipiten sobre el suelo. Lástima.
Dolor de este corazón mío, pues ni mi voz ni la tuya se acalla y se duerme en esos mostradores que escuchan y comparten rumores. Angustia ante la ausencia de ruido en sus páginas. Y, miedo a caer y ahincar rodillas por precipitarme en el absurdo de un solo tono.
Mentón rascado y sien reposada. Mueca en la comisura de los labios al sentir la idea callada. Dedos que escriben hoy este post sin sentido por encontrar un medio para poder gritar a tus ojos e inteligencia que la crónica de Palma del Río no muestra más que vanos susurros al oído. ¡Por que cuatro noticias y un par de momentos capturados no pueden conformar una realidad viva y dinámica!
¡Quiero la crónica Palmeña más vital que nunca! ¡Quiero que se desnude ante mi en la pantalla de mi ordenador! ¡Quiero estar comunicado e informado a cada día, a cada hora! y sobre todo quiero, ¡qué hablemos en ella! Y si ella no me deja su regazo para acurrucar mis palabras, utilizaré este blog para despertar mis sueños.
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